¿Habías escuchado el término “Fast Fashion” o La moda rápida?, es una tendencia que ha permanecido en la industria textil durante años. Este concepto responde a la lógica de una producción en serie, con prendas de bajo costo y un promedio de vida útil de un año (o menos, si cambia la temporada). ¿Y qué problema hay con esto? El consumismo es uno de los mayores responsables de la proliferación de este tipo de prácticas. Una de las consecuencias de esto es la producción en masa, en contraste con el tiempo de utilización de la ropa, que es muy corto por lo que la mayoría de estas prendas terminan olvidadas en el armario o en basureros, fomentando así la acelerada produccion, la contaminación y el uso excesivo de recursos naturales. según cifras cada segundo se quema o arroja a los basureros el equivalente a un camión lleno, es decir, 2.6 toneladas de ropa, además para cumplir con los plazos que la fast fashion ha impuesto, la producción de las prendas se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias, generalmente en el sur de Asia, como Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China.
La industria de la moda es la segunda más contaminante, siendo superada solo por la del petróleo. Un reporte de la ONU informó que el 20% de las aguas residuales globales y el 10% de las emisiones globales de carbono corresponden a la producción textil. Imagina que quemar un kilo de ropa resulta más contaminante que quemar carbón y que para confeccionar un solo jeans son necesarios 7 mil litros de agua (lo que bebería una persona en 10 años), mientras que para cada camiseta de algodón son necesarios 3 mil litros.
La contaminación que genera la producción de ropa alcanza también a la tierra y el agua, y no solo su fabricación, incluso lavar la ropa desemboca en un aproximado de 500 mil toneladas de microplásticos al año en los océanos. Además de estos microplásticos, la fabricación de ropa involucra el uso de químicos altamente dañinos para la salud humana, que se liberan en ríos y otros cuerpos de agua.
Estas son algunas las marcas fast fashion que encontramos en el mercado: Zara, Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Uterqüe, Bershka, C&A, Forever21, H&M, United Colors of Benetton, entre otras.
Por lo anterior, es necesario implementar soluciones que pueden ayudar a contrarrestarlas, Por ello, a nivel industrial, lo que propone la Fundación Ellen MacArthur es un modelo circular (ya no lineal) de producción, basado en cuatro ejes fundamentales:
- Dejar de usar sustancias peligrosas en la producción y reducir los materiales que despidan microfibras.
- Aumentar la durabilidad de la ropa para reducir la pronta obsolescencia y sustitución acelerada de las prendas.
- Mejorar de forma radical el reciclaje, algo que puede lograrse desde el diseño de modas o el incentivo de uso de materiales tanto reciclables como reciclados.
- Volver más efectivo el uso de los recursos y transitar hacia energías y materiales renovables en la producción de ropa.
¿Y qué puedo hacer yo como consumidor?
Algunas alternativas desde lo es seguir las 7R: reducir, rentar, resignificar, reparar, reusar, revender y reciclar.
En el sentido de reusar y revender, es común cada vez más en redes sociales y marketplaces encontrar bazares virtuales de segunda mano, en los que se oferta la ropa de poco uso a precios más accesibles y así se logra extender la duración de las prendas.
De igual manera, revisa tu armario, quizá haya prendas que ya no uses y puedan ser donadas. Para eso busca organizaciones y fundaciones locales que recolecten ropa. Organiza con tu familia y amistades una especie de bazar en el que intercambien sus prendas.
¿Has pensado que quizá ya no usas ese suéter porque se descosió? ¡Aprende a repararlo! Sobre todo, evita tirar ropa en buen estado y comprar solo porque se ha lanzado una nueva colección, ¡seguro todavía hay prendas que te sirven!
Así que, la próxima vez que este pensado en comprar ropa, preguntante, ¿es realmente necesario?
Increíble como todos somos parte de esto. Algo tenemos que hacer